Desde hace ya un tiempo en nuestras investigaciones sobre el comportamiento, elaboramos un concepto para resumir un fenómeno que se encuentra en la base de lo que se dio en llamar el «malestar en la cultura», o «malestar psicosocial», como preferimos llamarlo nosotros, es decir las diferentes formas en las que individuos, grupos y comunidades perciben el sufrimiento que les causa vivir en el seno de sus sociedades.

El malestar.

Gracias a la psicología social, entendemos que gran parte del sufrimiento colectivo viene dado por las condiciones psicosociales en las que experimentamos nuestra existencia. No es otra cosa que el resultado de la combinación entre lo que ocurre en el entorno y en lo que sucede en nosotros mismos.

Queremos presentar hoy a los lectores uno de los mayores obstáculos para el bienestar tanto individual como grupal y social: el fenómeno psicológico del desplazamiento de la responsabilidad.

Aunque suena algo complicado es bastante más sencillo de lo que parece, y además, merece la pena atenderlo ya que tiene importantes implicancias en la capacidad para disfrutar la vida, por un lado, y para lograr cambios colectivos positivos, por otro.

Desplazamiento de la responsabilidad, ¿qué es exactamente?

Aunque el concepto de «desplazamiento» se ha utilizado en otras disciplinas (psicoanálisis, psicología, sociología), nuestro abordaje es psicosocial; esto quiere decir que es un fenómeno que hace de puente entre lo que nos ocurre como individuos, psicológicamente, y en como actuamos grupal y socialmente.

El desplazamiento de la responsabilidad hace referencia al mecanismo psicológico que empleamos para eludir una tarea o esfuerzo que nos es asignada o ha sido asumida por nosotros y que, sin embargo, resulta ignorada, subestimada o directamente, desestimada.

La evidencia demuestra que no poder realizar actividades significativas en las que desempeñemos una responsabilidad, resulta ser dañina en el proceso de maduración, desarrollo y bienestar psicológico. ¿Por qué decidimos entonces evitar hacernos cargo de ciertas situaciones? Hay muchos factores implicados, especialmente emocionales, pero lo que puede parecer un atajo y establecernos en una zona de confort, puede terminar creando unos patrones donde la disfuncionalidad y la frustración se traducen en comportamientos y conductas que perpetúan el malestar que sentimos.

La percepción de la responsabilidad requiere de un proceso de toma de conciencia, que puede lograrse por diferentes vías, desde el ámbito familiar, escolar, grupal o laboral, por poner algunos ejemplos. Es fundamental comprender que esta responsabilidad está fuertemente determinada por el entorno y su capacidad de influencia. Philip Zimbardo, en su conocido experimento y en su teoría acerca del «efecto Lucifer», demostró que personas ordinarias pueden ejercer actos dañinos y crueles hacia otras personas si participan en determinados contextos.

Es decir que la responsabilidad individual puede verse diluida por ciertas fuerzas externas, como en el ejemplo del ciudadano respetuoso en su vida diaria, pero que en el contexto de un evento deportivo comienza a insultar agresivamente a la hinchada adversaria.

La responsabilidad se forja y se mantiene gracias a las características personales, pero sobre todo debido al entorno social; particularmente, podemos desarrollar la responsabilidad en el ambiente educativo (y no sólo nos referimos al entorno educativo formal, sino a todos los espacios educativos, desde los familiares a los profesionales).

Y esto es así porque el nivel de responsabilidad y el conocimiento (o toma de conciencia) van de la mano. A mayor toma de conciencia, mayor responsabilidad y necesidad de integrar esa información desde una ética y cuidado de la salud mental y física.

El malestar, sea éste personal, grupal o social, vendría dado tanto por ignorar (no saber) algo, como por desestimar la responsabilidad de aquello que ya conocemos/

¿Responsabilidad o legalidad?

Uno de los pilares para instrumentar una toma de consciencia en las sociedades modernas, cuando lo educativo ha fracasado, es la legalidad y la justicia. 

La responsabilidad que no se logra por medio de la educación, se intenta alcanzar a través del orden jurídico, la pena económica y el castigo de restricción de libertades, en último término. El problema del esquema legal y penal es que es sumamente ineficiente, caro y lento si lo comparamos con lo educativo para contribuir al bienestar social.  Si la educación tiene un componente formador de responsabilidad y evita por medio de un entorno activo, su desplazamiento, tendremos una ganancia incalculable en términos de salud mental individuales, de creatividad y de mejora de índices de bienestar en nuestras sociedades. 

Adquirir una mayor responsabilidad desde el punto de vista psicológico, nos plantea salir del ámbito de la queja, ya que la atención oscila hacia las acciones que nosotros podemos realizar activamente, más que afincarnos en una crítica pasiva de lo que otros hacen y cómo éstas nos afectan.

El mecanismo de desplazamiento de la responsabilidad se pone en escena cuando se  entrega la responsabilidad y el establecimiento de límites personales en favor de otros. Los casos de corrupción económica suelen ser típicos ejemplos del efecto del mecanismo de desplazamiento de la responsabilidad.

Este problema actúa tanto en lo colectivo como en lo individual: si ante un conflicto que está involucrando la salud mental, no se logra asumir la responsabilidad de lo que se atraviesa, difícilmente se podrán afianzar los pasos para su solución. Independientemente de los factores externos -puede ser la pérdida de un ser querido, una crisis económica o familiar, o una enfermedad-, debo asumir lo que está ocurriendo, debo tomar consciencia de la situación para poder transformar, no la realidad externa, sino mi percepción de esa realidad, y las acciones que resulten de ese proceso.

Un factor derivado del desplazamiento de la responsabilidad es que al asumir que no somos capaces de resolver algo, produzco ese alejamiento y realizo una «desconexión moral», utilizando la terminología de Albert Bandura. Se decide entonces que «no se tiene forma de incidir en ese evento» y así, queda distanciado de mi propio campo de acción. La persona orientada hacia la responsabilidad, en cambio, va a buscar en su entorno, mediante un esfuerzo comunicativo, cosas, personas o situaciones que se integren en la resolución del conflicto.

El desplazamiento de la responsabilidad nos aísla comunicativamente de personas significativas que pueden introducir nueva información valiosa para ser procesada y aprendida. Este fenómeno suele ser contrario a la colaboración y a la posibilidad de generar lazos más empáticos con los demás y al ejercicio e implementación de respuestas creativas.

¡Mal podremos solucionar un problema si no conocemos los efectos que lo producen! Nuestra intención es ayudar a colocar en el centro de la reflexión sobre el malestar de nuestras sociedades y de nuestras culturas, aquello que le sirve de combustible para su perpetuación: el mecanismo psicológico del desplazamiento de la responsabilidad. Muchas podrían ser las preguntas reveladoras para facilitar el pasaje hacia una mayor responsabilidad, pero mencionemos al menos una para el lector: ¿en qué parte de mi malestar o queja puedo comenzar a actuar ahora?

Artículo publicado en la columna La Puerta Psicosocial | Diario Primera Edición | Argentina

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