En las últimas semanas está ocurriendo una (para nada silenciosa) revolución en las redes: una nueva aplicación (app) amenaza con cambiar las formas habituales que tenemos de comunicarnos virtualmente y dejar rezagados a gigantes como Facebook o Instagram. Seguramente ya hayas escuchado hablar en los medios acerca de Clubhouse (suena «clabjaus» en nuestra pronunciación en español) y generalmente abreviada con las siglas CH. 

Vamos a intentar explicar rápidamente qué es, pero más importante, cómo ha sabido captar las necesidades que tenemos de escuchar y ser escuchados, y pasar a tener una participación más cercana y «real» en los entornos virtuales.

¿De qué se trata?

La nueva plataforma saltó de las mentes de sus creadores Paul Davison y Rohan Seth en el 2020, ingenieros industriales y emprendedores salidos de la prestigiosa Universidad de Stanford (California, USA). Lo que hace solo meses atrás era adoptado por la elite de «techies» (fans de la tecnología) de Silicon Valley, corrió como la pólvora entre los usuarios de iphone de habla inglesa, ya que la app está disponible en fase de prueba (beta) sólo en el sistema operativo de la manzanita (IOS). Si eres usuario de Android, puedes estar tranquilo: sus fundadores anunciaron la salida de la plataforma para el resto de dispositivos.

La app dió un salto increíble hacia la comunidad latina en Estados Unidos, desde donde se expandió con fuerza por toda Latinoamérica. También fue arrolladora su aceptación en Europa, donde hay mayor poder adquisitivo y por ende, más usuarios de iphone y ipad que pudieron hacerse con ella desde un principio, y enseguida prosiguió su ola por Asia y el mundo árabe. (China, como es habitual con otras redes, la ha prohibido). Su extensión ya está globalizada y prácticamente hay salas en todas las lenguas y usuarios de todas las nacionalidades.

¿Como funciona?

En realidad es bastante sencillo. Una vez descargada la aplicación, aceptada una invitación -sí, se necesita una- y creado tu perfil, tenemos acceso a participar en «salas» de conversación sobre cualquier tema imaginable, y más aún, crear tus propias salas. Podemos encontrar desde los típicos temas que circulan habitualmente por la red, hasta desopilantes salas moderadas por famosos humoristas, y un larguísimo etcétera.

Lo realmente interesante es que se puede participar pasivamente (lo que se llama «audiencia»), como si de tener una radio encendida se tratara, pero también puedes pedir en cualquier momento la palabra (con el ícono «levantar la mano»), esperar tu turno y ¡decir lo que se te ocurra! Obviamente, si incumples las normas de respeto de la sala, te cortarán el audio del micrófono y te colocarán amablemente en la audiencia. Así que -a diferencia del resto de las redes- ésta parece ser bastante inmune a los famosos «trollers» y «haters» (gente que agrede a otra), lo que se traduce en que la mayoría de las personas en CH se muestran respetuosas.

Otra característica es que puedes hacerte miembro de «clubes», lo que amplía significativamente la capacidad de estar en salas con un gran número de participantes, o de obtener más audiencia cuando creas tus propias salas.

El porqué del éxito

No es tan sencillo explicarlo, ya que esta aplicación es un poco de todo: algunos la comparan con la red social Linkedin (orientada al mundo profesional) por la capacidad de interconectarse rápidamente con fines profesionales o proponer productos o servicios. Otros la comparan con plataformas de formación o capacitación, ya que encontramos grupos -o «salas» en la terminología de la red- donde se enseñan todo tipo de cosas, de forma bastante informal y distendida. Muchos cuentan que han reemplazado la costumbre de deslizar el dedo durante horas en las publicaciones e historias de Facebook o Instagram, para pasar a escuchar a las personas que siguen directamente «en vivo» a través de Clubhouse. 

Pero lo que a nosotros nos resulta especialmente apasionante, es analizar qué es lo que ha sabido captar esta herramienta para tornarse tan popular en tan corto tiempo.

Todos sabemos que las redes sociales son parte de nuestra forma corriente de comunicarnos hoy en día. Han dejado de ser una opción, para pasar a cubrir una necesidad de interacción en la vida moderna. No solo las utilizamos para interactuar con personas con las que no tenemos tanta familiaridad, sino que funcionan como vehículo entre nuestras relaciones más importantes y significativas, como familiares y amigos.

Si bien es cierto que estamos más comunicados que nunca, también lo es el hecho de que muchas de nuestras comunicaciones han perdido calidad.

Y esto lo vemos reflejado en cómo utilizamos estas redes. La mayoría de las veces, solo damos una porción muy limitada (y digitalmente mejorada) de nuestra realidad.

Así, hemos perdido una conexión más real y directa con las personas de nuestro entorno. Y conviene recordar que los humanos somos, ante todo, «criaturas sociales»: nuestro bienestar depende del sentido de pertenencia y el reconocimiento de los grupos en los que participamos a lo largo de nuestra vida, desde nuestra familia de origen (grupo primario), hasta nuestros compañeros de escuela, de trabajo o nuestros grupos más cercanos de amistades o familiares.

Sobre todo después de las restricciones impuestas por el COVID-19,  donde el contacto social ha ido retrocediendo hacia su última trinchera -el hogar-, hemos dimensionado aún más, la necesidad de ser escuchados: necesitamos decir lo que nos pasa, ser tenidos en cuenta, reconocidos y valorados. Por esta misma razón a veces nos cuesta expresarnos, sentimos vergüenza o miedo a ser rechazados o despreciados. En psicología social sabemos el impacto positivo que tiene abrir la comunicación en los espacios grupales, y canales como estos pueden ser muy útiles a la hora de mejorar nuestro bienestar, no solo al desarrollar nuestras habilidades comunicativas, sino también al transformar creativamente nuestras emociones, creencias y conductas.

Bienvenidas sean las iniciativas como la que explicamos aquí, puesto que colocan la comunicación y la interacción social en el centro de la escena.

Artículo publicado en la columna La Puerta Psicosocial | Diario Primera Edición | Argentina

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